Por Daniel Pascual, trainee de Grupo Antón Comunicación
En un sector como el nuestro, en constante actualización, es común adoptar y hacer nuestros, términos de otras disciplinas, el mundo “gamer” y el de los videojuegos tienen más peso internacionalmente.
No solo el “hype”, al cual podríamos catalogar de sentimiento, sino también las formas de motivarlo, muchas marcas ya han tomado nota y adaptado esta estrategia a la venta de sus productos.
Esta sensación “hype” surge de la traducción inglesa del término Hipérbole que es el aumento de forma exagerada de lo que se dice, por tanto, podríamos definir “hype” como las enormes expectativas e ilusiones que el consumidor deposita en un producto de forma irracional, en muchos casos, sin conocer sus características o utilidad. El “Hype” aparece en las ferias y convenciones como “E3” de Los Ángeles, en la que las grandes compañías como Sony o Nintendo, anuncian sus próximos lanzamientos y que, con los años, han ido ampliando cada vez más los plazos llegando en los últimos años a anunciar juegos que tardarán en salir al mercado 2 o 3 años, se denomina “vender humo”.
Hype
Llegados a este punto, ¿cómo es posible que la gente confíe en algo que no se le muestra?
Influyen variables muy interesantes en el desarrollo de este clima de expectación como la sensación de pertenencia o la necesidad constante de actualización. Estamos hablando de grandes empresas, no solo del mundo del videojuego, que han sabido generar a su alrededor un aura especial: tener la nueva Nintendo, el último iPhone, una prenda de la colección de Versace para H&M o ver Juego de Tronos te hace formar parte de un determinado grupo que complementa tu personalidad y que, con el auge de las redes sociales, ha supuesto una revolución a niveles de cohesión y de repercusión, generada por los propios consumidores, ante cada anuncio. Con la salida de un nuevo producto, los que se sienten dentro no quieren perder el ritmo y al mismo tiempo es una nueva oportunidad para incrementar el número de adeptos y entren a formar parte de estos grupos aspiracionales.
Pero ¿Es todo tan bonito como parece?
Una comunicación excesivamente efusiva, establecer plazos de salida poco realistas que acaban por incumplirse o dar a entender características que el producto no posee siempre acaba volviendo en contra de este. El “hype”, la expectación, se basa en el deseo y en las promesas, de no cumplirse, se transforman en decepciones y malas opiniones que están basadas en realidades que el consumidor ha probado. Muchos son los casos de buenos productos que han caído en desgracia y quedado deslucidos por campañas de promoción que prometían obras de arte.